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miércoles, 30 de junio de 2010

LAS CIUDADES DE LA LUZ

LA IMAGEN DE LA CIUDAD Y LA GLOBALIZACIÓN

El fenómeno conocido como globalización es una manifestación del desarrollo actual del capitalismo. Opera en un mapa continuo sin barreras limítrofes a través de las multinacionales con su merchandissing, sus franquicias, la obligación de respetar sus Trade Mark, y sus signos de reconocimiento. Con la necesidad de ocupar mercados se ha desarrollado una red de información y comunicación que abarca el cosmos para disponer de la posibilidad inmediata de conexión con todo lugar donde se encuentre un receptor de imágenes, de sonidos, de ciber información; artefactos todos que funcionan en base a señales de alta performance - característica también - de esta era de la velocidad y de la imagen.

París ha sido cuna de acontecimientos históricos y una gran innovadora en el campo urbanístico del siglo XIX. En este sentido se constituyó en paradigma de otras ciudades del orbe, incluso Buenos Aires ó Córdoba quienes siguieron su evolución y ejemplo en emprendimientos con diversa fortuna. Una de aquellas innovaciones fue la organización de la Première Exposition des Produits de l’Industrie française (bajo el gobierno del Directorio en 1797), la que produjo un ejemplo multiplicador en Francia y posteriormente en países vecinos. Pasadas algunas décadas, luego de la reducción de las barreras aduaneras del mundo industrializado - Francia fue la primera-, aquella iniciativa se tradujo en una serie de grandes acontecimientos a partir de 1851: las Exposiciones Universales. En la correspondiente al año 1889 - realizada en conmemoración de los 100 años de la toma de La Bastilla -, París realizó la más importante de todas las muestras ochocentistas. En el Champ de Mars se construyó el conjunto de edificios para el gran evento entre los que se destacaban - por bondades de diseño y porque demostraban el grado de desarrollo de la industria y la construcción en hierro -, la Galerie des Machines (Ch. L. F. Dutert) y la Tour Eiffel (Nougier y Koechlin). En el transcurso del evento - donde se pudo observar todo el avance de la industria en los países intervinientes -, se expuso la bombilla incandescente de Edison, quien no pudo asistir ese año aunque lo hizo con posterioridad. Emergió a la luz uno de los símbolos de París; la ciudad moderna por excelencia, la Torre del Ingeniero Gustave Eiffel. El efecto de impacto fue grande, tanto por la osada construcción metálica que emergía a la luz del sol, como porque su presencia fue permanente aún de noche: París construyó su signo de identificación y se ganó el mote de Ciudad Luz.

De aquel emprendimiento demostrativo, se observaron las bondades y los beneficios para el uso de la iluminación eléctrica tanto en ámbitos privados como públicos y su posible generalización. El alumbrado público en las ciudades, que se venía haciendo con medios poco efectivos y costosos, se extendió a partir de comprobarse las bondades del nuevo sistema y su utilidad a fin de otorgar mayor seguridad a las personas. Razón esta última por la cual este servicio desde el inicio fue una actividad impulsada y a cargo de las administraciones de las ciudades. El desarrollo posterior de la ciencia y la técnica posibilitaron mejores sistemas de producción de energía tanto para el desarrollo industrial como para la mejora de las condiciones de vida y el confort de los habitantes de las ciudades. La ciudad planificada del siglo XX tendrá entonces entre sus premisas básicas de proyecto a las redes de infraestructura, la provisión de energía, el alumbrado público.

Desde hace unas décadas ha sido posible observar un nuevo fenómeno. En la ciudad de Nueva York se ha desarrollado un particular sistema de alumbrado que muestra una tendencia a la transferencia de la preeminencia pública en el diseño de la luz artificial de la ciudad a la esfera privada. Las grandes empresas propietarias de los más importantes rascacielos de la gran manzana decidieron tener una mayor presencia en su ciudad de residencia. Estos vecinos de Wall Street comenzaron a iluminar de suerte diversa, con distinto grado de intensidad y de variables proyectuales a sus edificios torres.

El Rockefeller Center de la RCA, la neogótica cúspide del edificio Woolworth, el Citicorp han sido “dramáticamente” iluminados. Las variables gamas cromáticas arrojadas sobre el Empire State Building mudan los distintos rostros de su imagen nocturna según los días festivos. Las fachadas de las Torres Gemelas se renuevan con motivos navideños bajo los efectos de ráfagas de rayos láser. El Citicorp con la bandera estadounidense el 4 de Julio se une a la celebración del día de la Independencia.

Esta nueva presencia en la ciudad es una nueva imagen de la ciudad. Esta posibilidad de mantener “abierto” el negocio las veinticuatro horas del día es otra forma más de explotar espacios vacíos en el mercado en esta etapa del desarrollo capitalista.

Existen antecedentes señeros en el país del norte. La ciudad de Las Vegas es un homenaje a la cultura del escaparate, del neón y del pasatismo. El signo que es el alfabeto de la lengua iconográfica está reunido allí en calles que forman una cinta de Moebius del Kitsch. Dichas vías que se conocen como commercial strip, son una manifestación de la vanguardia del pop en la urbe. Allí la iluminación artificial tiene como intención desmaterializar el entorno a fin de escapar al tiempo, a toda otra referencia que no sea la fantasía, la irrealidad que crea una nueva realidad.

Este criterio es totalmente opuesto al de la iluminación artificial primigenia que ornamentaba los edificios públicos de fin de siglo XIX. En aquel momento se consideraba que la ubicación de las luminarias debían destacar las bondades arquitectónicas del edificio tal y como se observaban de día. En este sentido, la luz artificial buscaba reemplazar y emular a la luz natural.

El detalle arquitectónico, el trabajo proyectual y constructivo de los arquitectos del movimiento moderno tuvo como una de sus primordiales consideraciones a los efectos de la luz natural. Louis Khan decía que la obra de arquitectura estaba realizada cuando se acababa el fragor de la industria, cuando el polvo se terminaba de posar y la pirámide envuelta en silencio expuesta al sol arrojaba su sombra. Luz para el silencio, silencio para la luz. Inspiraciones, deseos para expresar, santuario de arte, tesoro de las sombras.

Hoy el evento de la iluminación se ha convertido en objeto de proyecto en sí mismo. El efecto no es materializar - hacer permanente en la oscuridad de la noche lo que se observa de día - , por el contrario es virtualizar - mostrar un fragmento, ocultar la pesadez - . El criterio empleado para la ubicación de la luz manifiesta hoy la intención de reemplazar el detalle arquitectónico, desviar el punto de vista, cambiar los hábitos anteriores del ojo. La desmaterialización de lo construido produce entonces una ruptura con el entorno e irrumpe con una forma y una disposición que trae consigo a los signos propios de las cadenas multinacionales. El fenómeno de la presentación nocturna de todo “Strip” es un síntoma más de la globalización. Esto produce en la vista nocturna de toda cosmópolis una suma de signos multinacionales entre los que aparecen destacados algunos fragmentos que diferencian y a la vez unen a todas las ciudades de hoy. Toda calle es un potencial Strip. Toda ciudad es un conjunto de Strips.

Los criterios para la determinación de la imagen de la ciudad están confiados a la búsqueda de rasgos de exterioridad de rápida y fácil lectura. De esta forma se busca aislar hitos urbanos para su individualización y representación. Las pirámides, el obelisco, la torre Eiffel, las Torres Gemelas, el Cabildo, son imágenes que se han convertido en puntos de referencia en la competencia entre ciudades. Valor económico, valor turístico, producen para la ciudad ofertas de negocios, réditos comerciales, información, conocimientos, servicios y producción. La identidad de esas mismas ciudades mientras tanto se encuentra en los recorridos urbanos, en el continuo histórico, en el día y en la noche, en relaciones de entorno y de contexto más complejas que una sola imagen. Por ello es importante no confundir imagen de identificación, imagen de exterioridad con identidad.

Desde la habitación del hotel - territorio de la embajada de la globalización-, se ven a través de sus ventanas “slides” de la ciudad: reconocimiento de otro lugar más donde el hombre de la cultura presente reconoce la parte y el todo de la aldea global.

Gustavo Ceballos

Arquitecto

lunes, 14 de junio de 2010

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