El castigo
Tibios recuerdos de fines de ciclos acabados,
esas marcas inventadas por los hombres,
seguidos por las mujeres,
confirmadas por los hijos,
los nietos y de éstos sus hijos y sus nietos.
Tanto tiempo pasado que se perdió el significado original,
solo ha quedado la forma, la reunión,
ningún sacrificio.
Pueblo bárbaro que alimenta por una boca con trampa,
lo que alimenta su espíritu ahora vacío,
ahora destinado a llenar con historias y pesares de otros;
vive en un paisaje de cartón y tela
que pintado hábilmente simula
un campo para todos soñado,
de punta a punta fantástico, irreal.
Caliente avistaje de barcos golpeados
por fuertes olas de mares embravecidos
por un clima adverso,
certeros destellos de explosivos
que no matan, forman parte de la película
en la que cada uno se mueve.
Mientras la muerte real y dolorosa
ocurre a pocos pasos,
sin ser vista tras los anteojos oscuros de la indiferencia.
Quema la vista, la memoria, el corazón
saberlo, gritarlo y que nadie escuche,
sordos televisivos, ciegos caminantes de escenarios comerciales,
mudos responsables de las acciones que tomáis día a día.
Daos vuelta y responded,
miraos los pies acharolados y huid,
ha venido a castigar a uno y a otro
el representante tardío,
mensajero de la tierra,
pervertido también invento humano.