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domingo, 19 de septiembre de 2010

ACERCA DEL HOMBRE CULTO

El hombre culto está dispuesto a recorrer las páginas de un texto, siempre y cuando trate de un tema en el que haya gran coincidencia de conceptos. En caso contrario, la lectura se abandona para otra oportunidad, que volverá a ser positiva, siempre y cuando la búsqueda de información sea un elemento indispensable para la lectura. La “cultura” enciclopedista es la pérdida de tiempo del hombre culto en acumular datos. Los memoriosos son los “cultos” de nuestra cultura vanidosa, superficial.

La lectura es una forma elegante de escuchar la voz propia.

No existe la disposición al mero hecho de leer. Siempre hay un interés que provoca el acto de leer. Pues, de no ser así, la lectura se hace para pasar el tiempo. De allí que haya tenido tanto éxito el folletín, la novela rosa, el género “best seller”.

La acumulación de información es un hábito que ha hecho crecer desmesuradamente a los medios de comunicación. La prensa “amarillista”, aquella que impuso la demanda de noticias acerca de chismes sociales, crímenes o hechos curiosos extraños o raros, ha ocupado todo el espacio de información. Esta prensa que era consumida por la gente inculta, cuando el espacio literario se asociaba a lo culto, es la que hoy invade todo. Sucede que ha desaparecido la necesidad de cultivarse debido a la sucesión de hechos históricos que atentaron directamente con la posibilidad de cultivar el ingenio, la creación. La famosa consigna “alpargatas sí, libros no”, entró de lleno en los hábitos argentinos sin forma de extirpación posible por ahora. Otro de los grandes logros de tantos gobiernos peronistas que han posibilitado la ascensión de las páginas amarillas y la disminución de la posibilidad de cultivo del intelecto. Ya desde hace un tiempo, solo existe una “elite” que puede hablar de otras cosas que no sea sobre la televisión o los asesinatos. El periodismo ha invadido el mundo “culto”, destrozando lo poco que quedaba para la elaboración de ideas, de conceptos. Los poetas deben vender sus obras en las esquinas de las brillantes ciudades de hoy, compartiendo el lugar con los chicos que limpian vidrios, los trasvertidos, los drogadictos. Lo culto es una mala palabra que se asocia a elites inútiles que solo sirven para analizar, criticar, formar opciones que hacen tambalear los órdenes. Pues sí. Así deben tener miedo de los cultos pues sus mundos estructurados que permiten la falsedad, la banalidad, la falta de solidaridad, deshonestidad, seguirán enseñoreándose por las brillantes calles de la ciudad de hoy.

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