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martes, 21 de septiembre de 2010

THE COLONIAL STYLE

Es bastante común oír hablar del “estilo colonial” como representación del espíritu de la tradición constructiva argentina. Lejos de ello, se trata de una reducción interpretativa – propia de los catalogadores de estilos -, pues el “colonial” es la síntesis formal de un proceso completado en la Meca del Cine - California, Estados Unidos - y trasladado a nuestro medio.

Las categorías estilísticas son reducciones interpretativas producto de generalizaciones que producen deformaciones en los conocimientos ‘medios’ sobre los modos de construcción de distintos periodos históricos. Mientras tanto, han sido elaboradas para facilitar la tarea de los legos para “entender” de lo que se habla. Es muy común leer crónicas sobre edificios, a los que los adictos a la fácil verborrea, rápidamente pretenden ubicar en esas categorías estilísticas, porque de alguna manera ello aporta seguridad y confianza en el traslado de información. Lamentablemente por caer en reducciones interpretativas se llega, luego, a graves errores conceptuales.

Este ha sido el caso al hablar de estilo “colonial” en nuestro país, lo cual es erróneo ya que no existe una unidad formal que permita establecer conclusiones para definir una categoría en la que encuadrar las obras arquitectónicas construidas durante el periodo de la colonización española. Habrá que revisar detenidamente lo que hoy se entiende por “estilo colonial”, sus raíces, el origen de un recurso formal, propagandístico y los caminos entrelazados para arribar a la forma actual de ciertas construcciones, que por tener cierta antigüedad, techos cubiertos con tejas y arcadas, son mal llamadas de estilo colonial.

EL PERIODO DE LA COLONIA

La Ciudad de Córdoba formó parte de una de las colonias de los Reinos de Castilla y Aragón desde la fundación en 1573 hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata en el año de 1778. Durante ese lapso de tiempo, se hicieron construcciones de diverso tipo y usos con distinto resultado estético, ya que incidieron en sus construcciones y formas, los criterios de sus proyectistas; el bagaje conceptual de las diversas zonas de Europa de donde eran originarios. Por ejemplo, se observa y reconoce claramente la influencia de la herencia germánica en Antonio Harls, quien proyectó la iglesia de Santa Catalina con sus torres de acebollados cupulines. La influencia manierista - barroca - de Andrés Blanqui en la Catedral y en la iglesia de Santa Teresa, donde se confunden criterios de distintos proyectistas y soluciones adoptadas a lo largo de su complicada construcción – más claro es el caso de la Catedral -; donde, al aporte europeo en fachada y a su barroco interior, se le agregaron algunos detalles indigenistas como son las imágenes aborígenes de los ángeles en las esquinas de las torres de los campanarios.

En otros casos, es clara la influencia árabe en la resolución del artesonado mudéjar en el Refectorio y Sala de Profundis del Convento de San Francisco del siglo XVII.

Estas obras no demuestran una unidad formal, por el contrario son de una variedad y calidad sorprendente aún para los pocos recursos disponibles en Córdoba.

Donde sí se encuentra unidad es en el sistema constructivo empleado, que no varía demasiado desde las primeras a las últimas obras: recios muros de cal y canto combinados con tapial o adobes en algunos casos, ladrillos y bovedillas en otros. La unidad está dada por el sistema de medidas usado, que determinaba el ancho de las paredes, así como las alturas hasta el can o viga de apoyo de la estructura del techo. Otro factor importante fue la utilización de los recursos materiales del lugar: generalmente para las Carpinterías se usaban maderas de la zona para las partes resistentes como el quebracho y el algarrobo de nuestras serranías los que se usaron también para las estructuras de los techos y algunos tablados; mientras tanto, las maderas blandas, maleables como el cedro, el nogal, eran traídas de lejanos lugares como Misiones o Salta. La provisión de piedras se hacía por simple recolección en el río - tipo bola -, y de piedra de cal mármol extraídas de nuestras serranías de las canteras explotadas por los jesuitas; las cubiertas de los techos se hacían colocando el “cañizo”: un tramado de cañas colocadas una a la par de la otra, atadas con tientos, que se tendían sobre los pares de las tijeras del techo para disponer de una superficie pareja que se mejoraba con una capa de mortero a la cal y se completaba con relleno de huesos triturados y tierra para dar la pendiente final y lograr buena aislación térmica, antes de cubrir con tejas “musieras” de producción artesanal. De esta forma se lograba una superficie pareja, inclinada, que absorbía el grueso espesor de los muros. Las tejas “musleras” colocadas desde una cornisa de tres ordenes hecha con ladrillos, se disponían hasta la cumbrera. Esta fisonomía de las cubiertas de techos se puede observar todavía en las construcciones supervivientes de aquel periodo como los claustros del Convento de Santa Teresa - por ejemplo - o en la Sala de Profundis y Refectorio del Convento de San Francisco. Es notable observar que a pesar de la escasez de materiales existentes en los alrededores de la ciudad, esto no impidió construir los magníficos edificios que forman nuestro patrimonio, sin dudas el conjunto más importante de nuestro país.

Después, en el corto periodo de existencia del Virreinato se puede verificar la tendencia en su momento, expresada por el Marqués de Sobremonte, quien encargó al Ingeniero Juan Manuel López en 1786 el proyecto para la terminación de las obras del Cabildo de la Ciudad. Allí apareció la Recova, por expresa indicación del Marqués, con su arcada neoclásica “a lo Palladio” y la disposición interior de dos patios con diferente categoría, respetando la concepción claustral y dos niveles de pisos. En la planta baja gruesos pilares y arcos, mientras que en la planta alta la estructura se aligeró con columnas de ornamento clásico. En su obra se produce una novedad en la ejecución de los techos en los que no se usó ya el sistema de cubierta con tejas sino el de techo-terraza. Otro caso de este corto periodo es la culminación de las obras de la Iglesia del Convento de San Francisco, - del mismo autor -, quien le otorgó carácter neoclásico a su fachada y atrio.

Mientras tanto la arquitectura doméstica no sufrió modificaciones. No influyeron los sucesos de Mayo y posterior declaración de la Independencia.

Los primeros cambios se produjeron después de la llegada de una escasa ola inmigratoria en Buenos Aires promovida por Rivadavia. Acción que luego fue interrumpida por Rosas, en cuyo periodo de gobierno aparecieron - sin embargo -, los nuevos conceptos de la manera “a la italiana” de construir, sistema que llegó a Córdoba con algún retraso. Uno de esos testimonios lo encontramos – posiblemente el único en pie en nuestra ciudad -, en una casa existente en la esquina de calles San Jerónimo y Balcarce. Casa conocida como del “ángel”- tiene en el portal de ingreso una cabeza de ángel -, respeta aquella forma que fue muy utilizada en Buenos Aires - en la residencia de Rosas en Palermo, y otros lugares de la ciudad, de los cuales, algunos ejemplos perduran en San Telmo -. En su construcción se comenzó a desestimar el uso de gruesos muros de cal y canto, utilizando muros de mampostería, grandes ventanales a la calle, con tratamientos en los muros al ejecutar la fábrica de ladrillos para obtener terminaciones con revoques. Se obtuvieron así los detalles o guardapolvos que rodean los aventanamientos y remates con capiteles en los dinteles, embellecidos con diversos motivos geométricos. También se representó en la fachada la estructura de la casa como si ésta dependiera de los pilares, lo cual no es cierto, ya que todo el muro es el que transmite la carga. Pero esto demuestra la tendencia formal de representación neoclásica de las fachadas, a las que se agrega una fuerte cornisa a la altura de los techos y remates de muros que continúan los pilares y entre ellos rejas de dibujos simples, mientras que se colocaban otras con diseños más complejos en las ventanas así como en las puertas cancel. Se seguía utilizando el criterio de disponer las salas a la calle para alquilar como tiendas. En esos lugares se produjeron los primeros cambios en la forma de comercializar y socializar: Fue el paso de la tienda, el despacho, al almacén; de la pulpería a la confitería. Este modelo de casa se utilizó en Córdoba hasta muy avanzado el siglo XIX, y fue parte de la disputa – en este caso sobre la expresión formal -, entre conservadores y liberales. Es el caso sucedido en San José de la Dormida, pueblo del norte Cordobés, que fue fundado en 1881. En un sector del mismo, en zona céntrica se ubicó uno de los caudillos políticos del lugar y construyó su casa en una esquina. Este caudillo - conservador -, construyó su casa con el modelo del periodo Rosista. Incluso no hizo ochava y como la herrería era muy costosa o imposible de conseguir en la zona, hizo dibujar en el revoque del paño entre pilares del parapeto de remate la reja imposible de colocar. En las antípodas, el caudillo liberal, construyó su casa en otra esquina, pero con ochava y con una resolución contemporánea a los modelos “europeizados” del momento.

Mientras tanto en la Ciudad intervenían arquitectos contratados en Europa como Francisco Tamburini, autor del proyecto del Banco de Córdoba- 1887-89 -, el Teatro Rivera Indarte - 1887-90 - y el Hospital de Clínicas -1885-1913-, obras que demuestran el ecléctico criterio formal del proyectista, que será la característica de fin de siglo y las primeras décadas del siglo veinte en la arquitectura de Córdoba.

Es a partir de la primera guerra y hasta el fin de la década del veinte que se produjo la más grande ola inmigratoria en la Ciudad: el mayor porcentaje correspondió a Italianos, constructores que formaron el sector de su especialidad, mientras que los españoles - segundos en cantidad de inmigrantes, aunque habían comenzado a llegar a la ciudad a mediados del siglo XIX -, se dedicaron al comercio, las actividades bancarias, negocios inmobiliarios como Augusto López(Pueblo General Paz 1970); Garzón Agulla (Pueblo San Vicente 1971) ó Heriberto Martínez Martinoli ( Villa Argüello 1917-1924-1932.

La mirada estaba puesta en Francia y París era el modelo a imitar. Es el caso de Miguel Crisol que urbanizó el Pueblo Nuevo bajo criterios de L’école de Beaux arts y de Haussman, tomó las plazas como nudos de un eje con forma de bulevar. Después se contrató al arquitecto francés radicado en Buenos Aires Charles Thays para proyectar el Parque. El conjunto se fue embelleciendo con las residencias a la francesa en los sectores aledaños a la Plaza España. En este periodo se perdió de vista la forma de construir “a lo colonial” ya que desde la llegada del ferrocarril, las posibilidades de conseguir materiales de construcción modernos fueron mayores, entonces, predominó el criterio liberal que consideraba a lo colonial como signo de atraso.

El cine, la mirada puesta en Estados Unidos

El desarrollo en el ámbito mundial de las comunicaciones facilitó la disponibilidad de información a nivel general y especializado, esto posibilitó, mediante revistas y folletines provenientes de Francia, Inglaterra, EE.UU., estar al tanto de los últimos acontecimientos y particularmente de los sucesos relacionados al cine, industria que se había expandido notablemente y gozaba de la preferencia popular.

California comenzó a conocerse no solo por ser el lugar donde se hacían las películas sino también porque allí vivían las estrellas de cine, de quienes se pretendía conocer todo, sus residencias, así como los edificios de las empresas cinematográficas donde trabajaban - la Paramount pictures construyó una fachada de neto carácter “neocolonial”. Así se pudieron observar edificaciones que sus autores ofrecían como de “estilo español” en referencia a la utilización de un variado repertorio formal reunido por estudiosos americanistas que habían comenzado a desarrollar una propuesta “nacional” en distintos países de Latinoamérica - en el nuestro Ángel Guido, Martín Noel. En Córdoba Juan Kronfuss -, formas que fueron combinadas con algunos ejemplos de anteriores residentes de California, así como de los escenarios imaginados por los artistas de la industria del cine. Es sabido que Hollywood siempre apuntó al gusto medio y ha sido el formador del imaginario popular y mediante este poderoso medio de difusión propagandístico, se difundió el modo de vida americano.

De esta combinación, y con la disputa siempre presente entre conservadores y liberales que se había agudizado en la medida en que avanzaba el liberalismo que comenzó a utilizar a la obra pública como bandera política, se estableció una disputa entre los profesionales que hacían una crítica a la dependencia europea y una búsqueda de raíces nacionales, apoyada en la postura de otros arquitectos latinoamericanos que se enrolaron en el “neocolonial” como propuesta formal arquitectónica regional, aparecieron en Buenos Aires las primeras obras de este tipo, de la mano - entre otros - de un profesional que tuvo que ver en la disputa teórica: El arquitecto Martín Noel que -contradictoriamente había comenzado junto a otros a registrar el patrimonio nacional e iniciar los debates sobre él -proyectó diversas obras en la ciudad que hasta hoy día es posible visitar, como su casa, la de Enrique Rodríguez Larreta y otras en la provincia como “las casas” de la estancia “Acelain” (1922), donde expuso una combinación de neocolonial arequipeño (Arequipa, Perú) con patio granadino. Se agudizó en el imaginario popular en nuestro medio esa forma de resolución de las fachadas a lo “neocolonial” pero visto por ojo de escenógrafo Californiano, la que fue desarrollada por los mejores profesionales de la Ciudad y fue propaganda de “identidad nacional” a partir de la construcción de los primeros ejemplos. Esto podría explicar el porqué de los cambios tan rotundos en profesionales de la arquitectura como Ángel T. Lo Celso o Jaime Roca, quienes tuvieron un periodo de proyectación acorde con el movimiento moderno y el Art Decó en el caso de Lo Celso y luego se dedicaron a lo neocolonial - Colegio Monserrat en el caso de Roca, vertiente arequipeña, y diversas obras de Lo Celso. Este tipo de expresión se expandió por la ciudad a partir de la década del 30, y junto a quienes venían pregonando por una arquitectura nacional, terminaron por adherir a esta forma de resolución “neocolonial” para su expresión. Lo curioso es que la resolución formal no implicó cambios tipológicos, pues se trataba de una resolución escenográfica. Más adelante, durante los gobiernos de Juan Domingo Perón, de acuerdo a su política de nacionalización y de continuo fortalecimiento del Estado, se pretendió profundizar el punto de vista “nacional” en las propuestas arquitectónicas que ejecutó. Un claro ejemplo es el caso de la Ciudad Universitaria de la Ciudad de Córdoba, que originariamente pertenecía a la Fundación Eva Perón y que había sido diseñada - 1949-50 - con una serie de pabellones con formas que representaban a distintos países, ya que fueron pensados para el alojamiento de estudiantes que se suponía vendrían de dichas regiones a estudiar a Córdoba. El resultado fue que el plan general se basó en un eje monumental o “Via Imperialis” - Avenida Argentina con la terminación en el Pabellón Principal, el pabellón Argentina: Un recurso de arquitectura al uso de Via Imperial – característico de Mussolini, mientras que los pabellones ubicados en distintos lugares, con un orden aleatorio, representaban a los países: México, de estilo neocolonial como explicamos “a la californiana”, tuvo como autor al arquitecto Ángel T. Lo Celso -c. 1950 -, - se destaca la resolución de su patio con cierto aire español, pero que no escapa a lo anecdótico; el Residencial, neoclásico con mansardas, y el resto eclécticos. La adhesión a la arquitectura del nacional socialismo estuvo también presente en otras obras en el país como el Monumento a la bandera en Rosario, proyecto del arquitecto Alejandro Bustillo.

En cuanto a la arquitectura doméstica se continuó con el debate acerca de las instancias para la formación de una arquitectura nacional, sin embargo, el Estado siguió produciendo ejemplos del neocolonial, trató de imponerlo, como el singular caso de la escuela Garzón Agulla de barrio General Paz, en la ciudad de Córdoba. Su singularidad surge de la actitud asumida ya que fue llamado a concurso su proyecto, siendo elegido por el jurado una propuesta claramente adherente al movimiento moderno cuyo autor fue el arquitecto Nicolás Juárez Cáceres, sin embargo no estaba en el gusto de lo que correspondía o pretendía el Estado expresar, por lo tanto se realizó una propuesta “neocolonial” a cargo del ingeniero Julio Barraco -1943 -. Lo cual es significativo acerca de lo escenográfico de la resolución, pues la planta del edificio no se modificó. Algo parecido había sucedido con anterioridad, en el Concurso para el Palacio de Tribunales donde los proyectistas debían presentar propuestas en neocolonial y otras variantes, sin embargo allí se eligió y ejecutó la oferta neoclásica de los arquitectos José Hortal y Salvador Godoy -1927,1936 -.Sin lugar a dudas que en todo este periodo ocurrió algo que venía ya sucediendo en otros países latinoamericanos donde se hacían propuestas similares, debido a la situación general del mundo en donde se había establecido una corriente de fortalecimiento Estatal que, luego de la primera guerra mundial y la crisis del liberalismo, será aprovechada por los sectores conservadores, que adhirieron al nacional socialismo y sus propuestas formales en arquitectura.[1]

Hay que destacar aquí, que para la ciudad de Córdoba fue muy importante la presencia del Brigadier Juan Ignacio San Martín 1949-1951, quien supo otorgarle gran dinámica al desarrollo industrial lo cual generó importantísimo crecimiento de la ciudad. El sector industrial metal mecánico fue promovido favoreciendo la radicación fabril de industrias estatales que generaron particular polo de desarrollo que produjo una gran ola inmigratoria interna. Se construyó el barrio aeronáutico que fue proyectado con una síntesis formal más cercana con nuestro patrimonio, desechando el “neocolonial californiano”. Este será el paso de síntesis hacia el posterior “estilo colonial” de las propuestas residenciales. En el otro extremo de la Arquitectura doméstica, se tomaron los criterios que surgían de la mirada puesta en ese momento en Estados Unidos. Comenzaron a aparecer los barrios como los suburbios de los centros de las ciudades del país del norte: un plan urbanizador con lotes amplios o no, según la oportunidad y voracidad comercial, para viviendas ubicadas con retiro verde y donde prevaleció la construcción de “chalets”, que fueron apoyados por la definición de un Código de Edificación para el desarrollo de ese tipo de ciudad -, en los que se fueron observando las tendencias en boga. El apoyo a un desarrollo de “una tercera posición” peronista, negaba en teoría a los modelos del capitalismo y del comunismo, lo que impidió otra vez más el desarrollo de un capitalismo abierto de fronteras y tal como sucediera en los países europeos ligados al nacional socialismo, retrasó el desarrollo de expresiones de la arquitectura del movimiento moderno. Más tarde aparecieron algunas propuestas innovadoras, que se conocen como del periodo de las “casas blancas” a fines de los cincuenta y avanzada la década de los sesenta- uno de los escasos productos de valor regional en la arquitectura de Córdoba -. Mientras tanto, aquel neocolonial y el colonial, se fue sintetizando más en sus formas debido a las posibilidades constructivas de los materiales y respetando su origen escenográfico, lo que produjo una arquitectura de tipo residencial que se difundió como “estilo colonial”, porque se había efectuado una síntesis un poco mas acercada en base a los modelos de Córdoba, sin embargo, no respetó en absoluto lo que significa el modo de construir del periodo de la Colonia, que como hemos visto es un sistema constructivo bien definido y no una respuesta escenográfica. Triunfó el criterio ya banal, ya efímero al que se habían familiarizado tanto los comitentes como los proyectistas.

Extracto del libro inédito La construcción de la Ciudad de Córdoba. © Gustavo Antonio Ceballos 2003.



[1] Esta posición ultra conservadora, fue recogida del intento de acercamiento que había propuesto el Canciller Español de la época, don Segismundo Moret, quien impuso su tesis acerca de la idea de “la madre patria”, y de la entrañable relación de España con América Ibérica, por ser “de una misma raza, religión, lengua y tradición”. Aunque en el campo político no le fue de mucha utilidad, esta posición sirvió a los sectores de descendientes españoles que pretendieron quedar ligados por su “pureza de sangre” con la monarquía española. De este razonamiento clasista, aristocrático, se fortaleció un segmento ultra conservador que tuvo mucha relación por medio de los gobiernos de Castillo y Ortiz, con el “Generalísimo” Franco en otros años y con el acercamiento de estas personas con la manera de construir “a la española”, así como la de los profesionales locales en justificar a cierta arquitectura de antecedentes españoles con algunos rasgos exteriores indígenas para hablar de una Arquitectura colonial en función de tratar de establecer una identidad en la arquitectura Argentina. Ellos moldearon ese “neocolonial” que solo tenía el pretexto formal, escenográfico de California y de su gran fábrica de ilusiones que ha sido Hollywood.

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